Y entonces, sin pensar y hablando rápidamente, como solía hacerlo: "Algún día me va a tocar a mí ese dolor, tranquilo", me dijo. Sin lograr entender que, a pesar de todo… solo se ganó el derecho a mi amor.
Observando esas olas que no saben si vienen o van, siento un frío intenso que presiona mi espina dorsal. Mi corazón se acelera como buscando un refugio, como queriendo escapar. Y aunque sé que ser cobarde no es un crimen, no me atrevo a mirar qué hay detrás.
Aquí el corazón es rebelde. Viven pensando que pedir perdón y llorar son sinónimos de derrota y cobardía, sin dimensionar lo equivocados que están sobre esto. La gente ama y deja ir; no entienden el verdadero significado de un "Te Amo’’ y los ‘’Para siempre’’ tarde o temprano encuentran su
muerte.
Gabriel debería volver y llevarme lejos, a un lugar donde no esté en guerra contra el mundo, contra ellos. Donde cada palabra dicha —esa historia que no quiero oír— no baile en mi cabeza. “Son mis heridas y no dejaré que alguien las vuelva a abrir”, solía decir. Pero he fallado. Sangra mi espalda, mis manos y pies están cansados, mi corazón se ha transformado en piedra. Y aunque aquí el amor es como un libro olvidado en el tiempo, hay una parte de mí que sigue creyendo.
Gabriel, deberías regresar y llevarme de vuelta a casa, de vuelta a mi hogar. Nuestro hogar.
Texto: Andrés Miles © All rights reserved