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jueves, 20 de marzo de 2014

Coexistente

Pensaba en cómo se sentirían al despertar, en ese primer instante de lucidez donde la verdad regresa como un golpe seco al pecho. Pensaba en lo duro que sería fingir, en lo desgarrador de caminar uno al lado del otro como si ya no se conocieran, como si no llevaran el alma del otro tatuada en los gestos.
Porque eso, eso sería como estar muertos… aún respirando.


“Tenemos que detenernos y dejar de sentir de esta manera, porque es nuestra única oportunidad.”
Eso dijeron. Eso intentaron.
Pero no lo hicieron.
Él no lo hizo.
Y Él tampoco supo cómo.
Porque cuando el amor ha calado tan hondo, no basta con callarlo. No desaparece. Solo aprende a esconderse entre los silencios.
Y mientras él recuerde cómo fue amarlo —el modo en que su sonrisa se le quedaba en el pecho, el calor de su voz en la madrugada—, sabrá, de alguna manera, que aún está vivo.
Que ambos lo están.
Coexistiendo.
Amándose en un rincón del tiempo que nadie más ve.








Texto: Andrés Miles © All rights reserved